El intento de golpe de Estado del 23-F cumple este martes 40 años, y el episodio histórico, uno de los momentos más trascendentales de la Transición a la democracia, es ahora casi desconocido para muchas de las nuevas generaciones de españoles.
Para muchos ciudadanos, la enseñanza obligatoria constituye la fuente principal para aprender historia, pero la abundancia de contenidos obliga al sistema educativo a descartar ciertos capítulos y a abordar otros de forma superficial.
La historia contemporánea suele reservarse para el final de curso, y final equivale a nunca en muchos casos.
“¿Está relacionado con las Torres Gemelas?”, se cuestiona Unai, un joven de 18 años, preguntado sobre el 23-F, antes de rectificar y responder que cree que ocurrió un golpe de Estado, sin estar del todo seguro.
Su compañera Anianna, de 20 años, sí es consciente de que se produjo un «putsch», pero no sabría ofrecer detalles y desconoce si tuvo éxito. “Creo que salió mal”, comenta.
Ninguno de ellos conoce la figura del teniente coronel Antonio Tejero, que irrumpió en el Congreso de los Diputados al grito de “¡quieto todo el mundo!”.
Solo a Lucía, de 17 años, le “suena algo de Tejero”, pero reconoce tener dudas acerca de quién organizó el golpe. “Supongo que militares, pero no estoy segura en verdad”, contesta. Otros como Rubén, de 18 años, atribuyen el levantamiento fallido al actor Fernando Tejero.
La mayoría de los jóvenes entrevistados recuerda que hubo un intento de golpe de Estado, pero no sabe profundizar ni dar más detalles sobre lo que ocurrió en España aquel 23 de febrero de 1981
El actual sistema educativo español aborda varios milenios de historia universal siguiendo casi siempre un orden cronológico, desde la era del hombre primitivo hasta los conflictos del mundo contemporáneo.
Este método plantea un inconveniente para los jóvenes que al cumplir los 16 años deciden no cursar bachillerato para buscar trabajo o estudiar otras opciones académicas, pues no logran terminar el temario y dejan atrás capítulos de la historia reciente.
El catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid Rafael Feito considera que una posible solución a este problema sería dejar de impartir la asignatura en un orden cronológico y evitar que el exceso de contenido no impida que se estudie el temario más actual.
Muchos estudiantes terminan la educación obligatoria con conocimientos superficiales, sin haber ahondado lo suficiente en algunos contenidos importantes
“Sí es verdad que hay una secuencia aparentemente lógica que es empezar desde el principio de los tiempos. Podría ser al revés, empezar desde la historia presente e ir hacia el pasado. Hay tanto contenido que todo lo que aparezca al final, en los últimos temas, no se ve”, apunta el catedrático.
A este defecto se suma la sobrecarga de información y el exceso de temario en muchos libros de texto, que provocan que muchos estudiantes terminen la educación obligatoria con conocimientos superficiales, sin haber ahondado lo suficiente en algunos contenidos importantes.
“La solución pasa por tratar de profundizar más en lo de ahora. En lugar de tener un currículum sumamente extenso, que se ve todo muy superficialmente, tener un temario menos extenso, pero más profundo”, propone el catedrático.
Feito sugiere crear la asignatura “Historia del presente” para enseñar a los jóvenes qué ha ocurrido en el mundo desde la caída del muro de Berlín en 1989
Para dar este paso, no obstante, Feito asegura que primero es necesario establecer cuáles son los contenidos estimados “imprescindibles” para que las futuras generaciones sepan “vivir en democracia” en una “convivencia armónica”.
“El problema grave es que no enseñamos a la gente a analizar el mundo. No estamos creando personas capaces de ser ciudadanos activos, intérpretes del mundo, que tengan sus propias ideas. Fracasamos estrepitosamente”, sentencia el sociólogo.