El verano es la estación de ponerse moreno. Broncearse bajo el sol es la actividad favorita de muchas personas durante las vacaciones, y por eso protegerse es un procedimiento más que necesario para evitar quemarse la piel. La teoría es sencilla: aplicarse una cantidad adecuada de protector solar antes de salir de casa, sobre todo si vamos a exponernos directamente al sol, evitar hacerlo de 12 a 16h, y reaplicarlo con suficiente frecuencia.
Para evitar la aparición de pigmentaciones no deseadas, lo fundamental es hacer caso de las recomendaciones y protegerse de la radiación solar con fotoprotectores. Es importante reaplicarlo cada dos horas y siempre al salir del agua en la playa o la piscina. Igualmente, también es útil utilizar barreras físicas, como gorras o sombreros o prendas de ropa ligeras.
Los léntigos solares suelen aparecer en personas que se han expuesto durante años a la radiación ultravioleta
Los españoles todavía no sabemos protegernos correctamente del sol, según la Academia Española de Dermatología y Venereología. A pesar de que exponerse al sol con moderación puede tener efectos positivos, excederse y no aplicarse fotoprotector puede traducirse en cáncer de piel, envejecimiento y manchas. En este último caso hay que tener en cuenta que existen distintos tipos de manchas, que se originan por causas diferentes, y por eso tienen que tratarse de forma diferente.
Las manchas más frecuentes suelen ser los llamados léntigos solares, que tienen forma redondeada y suelen aparecer en personas que se han expuesto durante años a la radiación ultravioleta. Otro tipo de mancha, más frecuente en mujeres, es el melasma. La exposición solar fomenta su aparición, pero también puede hacerlo durante el embarazo o la toma de anticonceptivos. Ambos tipos puede mejorar con cremas despigmentantes y a veces también con peelings o mascarillas despigmentantes. Pero lo mejor para tratarlos es asesorarse con un experto.