El presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, ha dado un paso crucial en la formación del próximo gobierno del país al encargar a Karl Nehammer, líder del Partido Popular (ÖVP), la formación de un nuevo Ejecutivo y formando cordón a la ultraderecha tras las elecciones. Esta decisión ha sorprendido, ya que el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), fue el más votado en las elecciones del 29 de septiembre con el 28,8% de los votos. Sin embargo, ninguna de las principales formaciones políticas ha mostrado interés en aliarse con la formación de ultraderecha, lo que ha llevado a Van der Bellen a romper con la tradición de otorgar la tarea de formar gobierno al partido más votado.
Nehammer, quien encabeza el Partido Popular, el segundo partido más votado con el 26,3% de los votos, deberá ahora negociar una coalición con el Partido Socialdemócrata (SPÖ), que obtuvo el 21,1%. Además, el presidente ha sugerido que Nehammer explore la posibilidad de incluir a un tercer socio para garantizar la estabilidad de la coalición. Los potenciales aliados podrían ser el partido liberal Neos, que logró un 9%, o Los Verdes, que obtuvieron un 8% de los votos.
Rechazo a la ultraderecha
El FPÖ, liderado por Herbert Kickl, quedó aislado debido a las preocupaciones expresadas por el resto de las formaciones políticas. Entre los motivos de rechazo hacia la ultraderecha en Austria destacan las «preocupaciones» sobre el impacto de sus posturas en la democracia liberal, el Estado de derecho y la separación de poderes. Además, la cercanía del FPÖ al Kremlin y su retórica divisiva también han sido citadas como obstáculos para formar una coalición que incluya a los ultraderechistas. El presidente ha señalado que tanto los conservadores como los socialdemócratas temen que la cooperación internacional con Austria se vea afectada si el FPÖ participa en el gobierno.
Van der Bellen ha enfatizado la importancia de un gobierno «íntegro, estable y capaz de actuar», y ha dejado claro que la actual situación es inusual, ya que el partido más votado no podrá gobernar debido a la falta de apoyos. Con este movimiento, Austria afronta un nuevo escenario político en el que las alianzas tradicionales se ven desafiadas por la emergencia de la extrema derecha, pero donde el resto de los partidos buscan formas de aislarla para preservar la estabilidad democrática del país.