La aviación de Israel bombardeó por primera vez Saná, la capital de Yemen, en la madrugada del jueves. La acción fue una represalia directa tras el lanzamiento de un misil balístico por los hutíes yemeníes, que impactó en las afueras de Tel Aviv. Aunque el proyectil no causó víctimas directas, sus restos destruyeron un colegio en Ramat Efal. Este nuevo suceso en Oriente Próximo implica un giro significativo en el conflicto entre regiones
Israel desplegó decenas de aviones de combate que atacaron infraestructuras en la capital de Yemen y objetivos estratégicos en puertos del Mar Rojo, como Salif y Rass Issa. Según fuentes locales, los bombardeos dejaron nueve muertos y afectaron instalaciones clave, incluidas dos centrales eléctricas en Saná, lo que provocó apagones generalizados.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, emitió una advertencia contundente contra los hutíes, calificándolos como «el brazo armado de Irán». Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu justificó los ataques como un acto de defensa en nombre de la comunidad internacional, alegando que Yemen se ha convertido en un nuevo frente del eje liderado por Irán.
«Agresión israelí en Gaza»
En respuesta, los hutíes reivindicaron su capacidad operativa y aseguraron que los ataques no detendrán su “respuesta a la agresión israelí en Gaza”. Desde octubre de 2023, esta milicia chií ha incrementado sus ofensivas contra Israel, incluyendo el uso de misiles y drones, posicionándose como un actor clave en el conflicto regional tras el debilitamiento de Hezbolá y la caída del régimen sirio de Bachar el Asad.
El secretario general de la ONU, António Guterres, hizo un llamado al cese de las hostilidades y pidió a Israel que respete el derecho internacional, pero la escalada en Yemen añade una nueva dimensión al ya complejo tablero geopolítico. Este conflicto podría intensificar aún más las tensiones en una región ya frágil, afectando la estabilidad del Mar Rojo y el comercio marítimo global.