Rusia ha lanzado este jueves un ataque masivo contra la red eléctrica de Ucrania, afectando a una docena de regiones del país. Según el Ministerio de Energía ucranio, 90 misiles y 97 drones kamikaze han alcanzado objetivos en Lviv, Volinia y Rivne, dejando a más de un millón de personas sin electricidad. La compañía eléctrica Ukrenergo ha implementado cortes de emergencia en varias ciudades, en un intento por estabilizar la red y mitigar el impacto de los daños.
Este bombardeo, el número 11 a gran escala contra el sistema energético ucraniano en 2023, ha sido justificado por el presidente ruso, Vladímir Putin, como represalia por el uso de misiles estadounidenses y británicos por parte del ejército ucranio en suelo ruso. Desde Kazajistán, durante una reunión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), Putin ha advertido que estos ataques podrían intensificarse y ha amenazado con utilizar nuevamente el misil balístico Oréshnik, un arma hipersónica de rango intermedio diseñada para conflictos nucleares. Este cohete se lanzó por primera vez el 21 de noviembre contra una instalación militar en Dnipró.
El ataque ha seguido un patrón dividido en dos fases. En la primera, la flota rusa en el mar Negro disparó misiles Kalibr hacia Ucrania. La segunda fase empleó misiles Kinzhal, lanzados desde Volgogrado y Crimea, territorio que Rusia anexó ilegalmente en 2014. Aunque las Fuerzas Aéreas ucranias lograron interceptar 79 misiles y 35 drones, los daños en infraestructuras civiles, especialmente en Kiev y Odesa, resultaron significativos.
Nueva campaña de bombardeos
Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, ha condenado la ofensiva como una “escalada vil” del ejército ruso y ha solicitado más sistemas de defensa antiaérea a sus aliados occidentales. Zelenski ha destacado que estos sistemas son esenciales para proteger la vida de los ciudadanos y asegurar la estabilidad del país en medio de los continuos ataques.
Desde el inicio de la guerra, Rusia ha intensificado su campaña de ataque con bombardeos contra la infraestructura crítica ucraniana, especialmente durante el invierno, con el objetivo de socavar la moral de la población y debilitar la capacidad de resistencia de Ucrania. Naciones Unidas calcula que la invasión iniciada en febrero de 2022 destruyó un 60% de la capacidad de generación eléctrica del país.
Putin también ha aprovechado la reunión de la OTSC para lanzar una advertencia directa a Occidente, subrayando que, en un ataque masivo con misiles Oréshnik, la destrucción sería comparable a la de armas nucleares. Asimismo, ha afirmado que la industria militar rusa produce actualmente diez veces más misiles que la suma de todos los países de la OTAN, y ha proyectado un aumento de la producción del 30% para 2025.
Mientras tanto, en Kiev, cientos de personas buscaron refugio en los subterráneos ante la alerta de nuevos ataques aéreos, una situación que refleja la creciente vulnerabilidad de la población civil en esta guerra de desgaste.