Con esta intención, la Fundación Jiménez Díaz organizó recientemente la jornada formativa para pacientes Síndrome antifosfolípido (SAF) y control del tratamiento anticoagulante, enmarcada en la Escuela de Pacientes Anticoagulamos Contigo.
“El objetivo de estas jornadas ha sido dar a conocer al paciente la complejidad de su enfermedad y el riesgo trombótico que conlleva para que entienda la importancia de optimizar el control del tratamiento anticoagulante con el método de medición del INR (Razón Normalizada Internacional) más fiable en esta enfermedad”, indica la Dra. Pilar Llamas, jefa del Servicio de Hematología del hospital.
Por su parte, Carmen López, enfermera de la Unidad de Anticoagulación de la Fundación Jiménez Díaz, comenta que “lo que más llama la atención es que, en muchos casos, el paciente no sabe bien por qué está recibiendo el tratamiento anticoagulante” Asimismo, recalca la importancia de asegurar una correcta adherencia al tratamiento y tratar de establecer rutinas saludables acordes con las recomendaciones para la toma de antagonistas de la vitamina K a fin de optimizar el control.
El SAF y la anticoagulación
El síndrome antifosfolípido es una enfermedad autoinmune que cursa con trombosis y que puede presentarse en distintos territorios vasculares. “Estos pacientes tienen un mayor riesgo de tener una nueva complicación trombótica, por lo que, en la mayoría de los casos, tienen indicación de anticoagulación indefinida”, detalla la Dra. Llamas.
En general, en los pacientes con SAF el tratamiento anticoagulante de elección son los fármacos antagonistas de la vitamina K, que precisan un control regular del efecto anticoagulante. “Esto se hace mediante la realización de una prueba de la coagulación que se llama ‘tiempo de protrombina’ y que se expresa en un lenguaje universal mediante un parámetro conocido como INR (Razón Normalizada Internacional)”, comenta la Dra. Llamas. En función de su resultado, se realiza el ajuste de la dosis del anticoagulante.
Peculiaridades del control de la anticoagulación en pacientes SAF
La Dra. Rosa Vidal, médico adjunto del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz, señala por su parte que “en algunos pacientes con SAF los anticuerpos antifosfolípidos pueden interferir con componentes plasmáticos de la pared vascular y con los reactivos utilizados para la realización de los test básicos de coagulación, pudiendo falsear el resultado del INR. Estas interferencias se pueden potenciar en el caso de que la medición del efecto anticoagulante se realice a través de punción capilar, siendo el método más fiable de medición la determinación del INR en sangre venosa. Por ello, cuando un paciente diagnosticado de un SAF inicia un tratamiento anticoagulante con antagonistas de la vitamina-K (sintrom® o aldocumar®), es conveniente realizar varias mediciones del INR en paralelo por ambos métodos: capilar y en sangre venosa.
En este sentido, la especialista asegura que, si hay buena correlación entre ambas técnicas y no se trata de un paciente de alto riesgo trombótico, se puede plantear continuar con controles en sangre capilar reevaluando la correlación del INR en sangre capilar y venosa periódicamente. En cambio, “a los pacientes cuyos resultados son discrepantes habría que realizarles siempre los controles en sangre venosa”, apunta, matizando que “en los pacientes de alto riesgo y que hayan tenido varias recurrencias trombóticas se recomienda, a su vez, realizar control de INR exclusivamente venoso”.
Los pacientes, sobre todo los de alto riesgo trombótico, asegura la Dra. Vidal, deben ser conscientes de la importancia que tiene realizar los controles de INR en sangre venosa, al menos al inicio de la anticoagulación. “Esto puede suponer una complicación logística, si bien todos los pacientes que han acudido al taller se han mostrado de acuerdo en que el hematólogo debía recomendar la opción más segura”, señala. Asimismo, si los pacientes con SAF son incluidos en programas de autocontrol, deben ser conocedores de las posibles limitaciones de la medición de INR capilar y solicitar una supervisión médica regular.