La cuarta revolución industrial, término acuñado por el fundador y presidente ejecutivo del FEM, Klaus Schwab, se refiere a la revolución digital que ha estado ocurriendo desde mediados del siglo pasado y se caracteriza por «una fusión de tecnologías que difumina las líneas entre las esferas físicas, digitales y biológicas».
Para poder prepararse y capitalizar esta cuarta revolución industrial, el FEM analiza los «motores» de los sistemas de producción de cien países, como son la tecnología y la innovación, el capital humano, el comercio global y la inversión, el marco institucional, recursos sostenibles y el entorno de la demanda.
También analiza la estructura de la producción, que mide el tamaño y la complejidad de la producción de un país y en el que España se sitúa en el puesto 29. Pero son los «motores» o impulsores de los sistemas de producción los que posicionan un país en una vía más o menos ventajosa para beneficiarse de la cuarta revolución industrial.
De diez puntos posibles, España saca un total de 6,2 de media: 5,7 en tecnología e innovación (posición 26), 5,9 en capital humano (31), 6,8 en comercio global e inversión (15), 6,5 en el marco institucional (31), 6,9 en recursos sostenibles (29) y 5,9 en el entorno de la demanda (22). En la estructura de la producción recibe un total de 6 puntos: en la complejidad de la estructura saca 6,7 (rango 32) y en el tamaño, 5,1 (posición 30).
De los cien países incluidos en el informe, solo 25 de Europa, Norteamérica y Asia oriental son calificados por el FEM como economía líderes o en la mejor posición para beneficiarse de la «cambiante naturaleza de la producción». Esos 25 países acumulan ya más del 75 % del valor de mercado añadido y se encuentran bien posicionados para aumentar su cuota en el futuro.