Catherine Wiggins, esposa de Bradley Wiggins, ha roto la prudencia que ha imperado en el mundo del ciclismo tras conocerse esta semana el positivo por salbutamol tras una etapa de la pasada Vuelta a España de Chris Frrome.
“Esto me pone enferma. Nada en las noticias. Si tuviera que dar una teoría de la conspiración, alegaría que que ellos utilizaron a mi chico (Bradley) como chivo expiatorio con el propósito de cubrir a este reptil rastrero”, expresaba Catherine Wiggins en una publicación en Facebook.
Horas más tarde la esposa del ciclista pedía perdón y borraba el mensaje, que podría tener repercusiones para ella y para su marido.
“Perdón por mis comentarios e insultos. Demasiado estrés me ha superado. Fue el calentón del momento y claramente no era mi intención avivar las llamas“, se disculpaba, también en Facebook.
Este positivo ha reabierto viejas heridas entre las dos principales figuras del ciclismo británico, una relación que se deterioró el año pasado después de que Froome declarara sentirse “incómodo” con las acusaciones de dopaje contra Wiggins, quien recibió inyecciones de corticoides antes de tres carreras, incluido el Tour de Francia que ganó en 2012.
Aquellas inyecciones contaban con un permiso médico, los denominados TUEC, que facultan a los ciclistas a utilizar ciertas cantidades de medicamentos prohibidos si se trata de un uso terapéutico, en este caso una alergia.
La situación que sufrió Wiggins, que nunca dio positivo, es similar a la que ahora le toca vivir a Froome, quien también recibió un permiso para tomar salbutamol, aunque en una cantidad más pequeña de la que se encontró en su cuerpo.
Con Wiggins, Froome reaccionó con distancia ante el que fue su jefe de filas en el equipo Sky: “No me vale ganar a toda costa. Hay cierto abuso con los TUEC y creo que es algo que la UCI y la Agencia Mundial Antidopaje deben abordar de forma urgente”.