‘La Bohème’ es, sin duda, una de las óperas más conocidas y representadas, también de las más queridas por buena parte del público, e incluso se pone de “ejemplo” para convencer a quien dice no sentirse atraído por el género aun después de haber hecho algún intento, a todas luces fallido. “Eso es porque no has visto ‘La Bohème'”, hemos escuchado decir, puede que hasta lo hayamos dicho nosotros. La armonía de las notas que Puccini crea, más que nunca, “a modo de banda sonora”, la dramática historia de amor que trastoca la bohemia de los cuatro jóvenes artistas que pelean contra el hambre y el frío para no renunciar a sus sueños y el personaje de ‘Mimi’, la frágil muchacha que descubre, a su vez, cómo se las gasta un poeta enamorado son solo algunos de los elementos que han hecho de esta obra ejemplo de ópera “para todos los públicos”. Precisamente por ello, para que siga siendo de todos, es decir también de los muy aficionados al género, resulta imprescindible una dirección musical con precisión y garra, una puesta en escena inteligente y un elenco de gran calidad tanto vocal como interpretativa. La nueva producción que el coliseo madrileño ha estrenado este lunes 11 de diciembre –19 funciones hasta el 8 de enero– reúne, sin duda, muchos de tan vitales elementos.
Se trata de una coproducción con la Royal Opera House de Londres y la Lyric Opera de Chicago, estrenada en la capital británica el pasado septiembre, que lleva el sello de Richard Jones, uno de los directores de escena británicos contemporáneos más interesantes del momento. Músico de jazz antes que director de escena, el trabajo de Jones se caracteriza por reflejar sin artificios la vida cotidiana de los personajes y eso a ‘La Bohème’ le va como anillo al dedo. Acierta el director, que en Madrid ha sido representado por Julia Burbach, en no jugar con las épocas y dejar a los bohemios parisinos de Puccini donde siempre estuvieron según el libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica basado, a su vez, en la novela ‘Escenas de la vida de bohemia’ escrita por Henri Murger en 1851. Igual que atina el director británico poniendo el énfasis de la historia en el que es en definitiva su punto principal: el momento en que la bohemia tiene que vérselas con la dureza de la realidad y, además, de la peor de las maneras, enfrentándose a la muerte cuando aún se está empezando a construir una vida.
La muerte de ‘Mimi’ es, por otra parte, gracias sobre todo al genio musical de Puccini, de las que a uno consiguen arrancarle lágrimas, o al menos estrujarle el corazón, por muchas veces que haya asistido a representaciones de ‘La Bohème’, por muy acostumbrado que esté a asistir al desplome trágico y final de otras protagonistas de las más variadas óperas. Porque, admitámoslo, son mayoría las óperas que terminan en muerte dramática y, sin embargo, la de ‘Mimi’, ese personaje que con tanto cuidado nos presenta Puccini, resulta doblemente sobrecogedora. Porque la escena no es un abrupto punto final, sino que se desarrolla en una larga escena en la que junto a su amor, ‘Rodolfo’, la joven recuerda los buenos momentos de la vida que está a punto de acabar. Una despedida que, en manos de una soprano con grandes dotes vocales y actorales como es Anita Hartig, encoge el alma hasta del más imperturbable. Por ello, la soprano rumana fue anoche la más premiada, en desgraciada ausencia de un ‘Rodolfo’ convincente que el tenor estadounidense Stephen Costello no pudo o supo interpretar, al menos en la noche del estreno. A la altura de Hartig se situó, y así lo reconoció el público, el barítono canadiense Etienne Dupuis con una interpretación acertada y de calidad de ‘Marcello’, ese amigo confidente y realista –dentro de su propia bohemia– dispuesto a mediar, aconsejar y, finalmente, ofrecer su hombro cuando toca llorar. Completan el primer elenco, con valoración buena en su conjunto, la soprano Joyce El-Khoury en el rol de ‘Musetta’, Joan Martín-Royo como ‘Schaunard’, José Manuel Zapata interpretando a ‘Benoit’, Mika Kares dando vida a ‘Colline’ y Roberto Accurso, como ‘Alcindoro’.
Sin olvidar, por supuesto, que las que contribuyen de forma definitiva a que el estómago acabe encogido son las notas del compositor italiano subiendo desde el foso interpretadas por la Orquesta Titular del Teatro Real a las órdenes de la batuta de Paolo Carignani. El director musical milanés recogió el reconocimiento para él y los músicos, igual que los responsables de la escena –escenografía, vestuario, iluminación y coreografía– eran aplaudidos por un público algo cansado de anteriores desmanes escénicos, cuando saludaron al respetable desde ese escenario en el que había empezado a nevar antes incluso de que se escucharan los primeros acordes sobre la buhardilla parisina, en las bulliciosas calles recreadas con el típico acento de la capital del Sena o frente a la modesta taberna donde ‘Rodolfo’ se refugia para no tener que enfrentarse con la muerte que ya asoma a los ojos de ‘Mimi’. Porque como aseguraba Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, durante la presentación de la obra “Las revisiones funcionan cuando se hacen con inteligencia. Inteligencia en este caso para saber mantener en escena todo lo que el público demanda: las localizaciones previstas, las escenografías suntuosas, los vestuarios adecuados, la nieve, el ambiente… Mezclado con ese recurso tan vanguardista que supone desnudar el artificio. Contar la verdad”.
‘La Bohème’ se representará en Madrid con dos elencos diferentes en 19 funciones que coinciden con el periodo navideño. El Teatro Real, donde se estrenó en 1900, ha ofrecido 60 funciones desde su reapertura y en esta ocasión, habrá también función el Día de Navidad, 25 de diciembre. Además, el próximo 29 de diciembre, se retransmitirá en directo a través de Facebook.