Nada ha podido hacer la presión internacional por evitar la muerte de la joven Zeinab Sekaanvad. A los 17 años, y tras ser acusada, confesó inicialmente haber matado con un cuchillo a su marido, maltratador.
Fue en 2012 cuando la mujer explicó que su marido la maltrataba física y psicológicamente. Pero para ella no ha habido clemencia.
Según anunciaba este mismo miércoles Amnistía Internacional (AI), ha sido ejecutada en la prisión de Urujieh, en la provincia de Azerbaijan. “La ejecución de Zeinab Sekaanvad es una manifestación enfermiza del desprecio de las autoridades iraníes por los principios de la justicia juvenil y el derecho internacional de los derechos humanos”, ha denunciado Philip Luther, director de AI para Oriente Medio y África del Norte.
“Zeinab tenía solo 17 años cuando fue arrestada. Su actuación es profundamente injusta y muestra el desprecio de las autoridades iraníes por el derecho de los niños a la vida. El hecho de que a su sentencia de muerte le siga un juicio sumamente injusto hace que su ejecución sea aún más escandalosa”, añadía.
Una vida dura
La joven Zeinab tuvo una vida dura. Con tan sólo 15 años se fugó de casa para casarse con un chico cuatro años mayor que ella. Sin embargo, su marido le propinó enseguida palizas continuas. Y aunque ella denunció en varias ocasiones la situación a la policía, nunca se abrió una investigación.
Además del maltrato de su marido, sufrió violaciones continuadas de su cuñado. Algo que las autoridades también ignoraron, sin facilitarle ninguna ayuda.
Tras ser detenida, además, no contó con asistencia legal. Aunque menor de edad, no recibió ningún trato especial. Al confesar, aseguró haber sido torturada por agentes femeninas y sin un abogado presente. Durante el último juicio sí con contó con un letrado por primera vez.
Sin embargo, y pese a asegurar que fue obligada a confesar, fue condenada a muerte. El juez no quiso abrir investigación alguna tras el testimonio de la joven. Zeinab relató en el estrado que fue su cuñado quien mató a su marido. A cambio, él le concedería el perdón. Lo que en la ley islámica le hubiera librado de la pena, teniendo que pagar solo una compensación económica. Sin embargo, esto nunca llegó a producirse.