Panorama desconcertante en Suecia tras la celebración de las elecciones legislativas. Por un lado, los socialdemócratas han cosechado el peor resultado de su historia. Pese a ello, han resistido más allá de lo esperado y siguen siendo la primera fuerza con el 28,4% de los votos y 101 escaños. Mientras, los moderados (conservadores) también han sufrido un fuerte desgaste pero, con un 19,8% y 70 diputados, han mantenido la segunda plaza y han evitado el temido ‘sorpasso’ de los ultraderechistas Demócratas de Suecia (SD), que han crecido casi cinco puntos (17,6% y 62 escaños), pero cuyo avance ha sido menor del que vaticinaban las encuestas.
Los dos bloques tradicionales han cosechado un empate técnico. La izquierda (socialdemócratas, Verdes y excomunistas) aventaja al centroderecha (moderados, centro, liberales y democratacristianos) por unas décimas (40,6% de los votos frente a 40,3%). En escaños, el primer bloque consigue uno más que el segundo: 144 frente a 143. La mayoría está en 175 asientos. DATOS CLAVE DE LOS RESULTADOS
Con estos resultados, el futuro se presenta incierto. La igualdad entre los bloques y el aislamiento en el que han mantenido hasta ahora a los Demócratas, por su corte xenófobo, dificultan las predicciones sobre qué partidos podrían gobernar o incluso si se convocarán nuevas elecciones en caso de que sea imposible un acuerdo sostenible.
Durante su comparecencia tras los comicios, el socialdemócrata Stefan Löfven, actual primer ministro, ha asegurado que no tenía pensado dimitir y que, aunque su partido no ha obtenido el resultado esperado, ha sido “claramente” el más votado. Además, ha hecho un llamamiento a enterrar la política de bloques y a negociar entre todos los partidos “decentes”, excluyendo al SD.
Löfven, que ha recordado los vínculos con el nazismo del SD en sus orígenes hace 30 años, ha hablado de resultado “poco claro” y de que es necesario no hacer especulaciones.
Por su parte, el líder del SD, Jimmie Akesson, había invitado una hora antes al cabeza de lista conservador, Ulf Kristersson, a iniciar conversaciones para formar un nuevo ejecutivo y asegurado que su partido es el auténtico ganador y que está listo para asumir su responsabilidad.
“Estoy preparado para hablar con todos los partidos, pero en especial invito a Ulf Kristersson a discutir cómo gobernar este país de ahora en adelante“, ha dicho en su cuartel electoral Akesson, quien le ha recordado que no tiene mayoría y depende de sus votos.
Kristersson, que ha comparecido media hora después, ha ignorado el ofrecimiento de Akesson, ha pedido la dimisión a Löfven y le ha llamado a consensuar con él cuestiones importantes para facilitar la gobernabilidad.
“Mi ambición ahora es formar un nuevo gobierno que asuma su responsabilidad y que una al país en una situación complicada”, ha afirmado Kristersson, que ha admitido que no será “una tarea fácil” y que en las próximas horas tiene pensado iniciar contactos con sus socios en la Alianza de centroderecha.
Hasta el 8 de octubre para negociar
Pero si Kristersson no es capaz de consensuar algún acuerdo antes con la izquierda, se arriesga a perder una hipotética votación en el Parlamento, que debería efectuarse antes del 8 de octubre, dos semanas después de la constitución del nuevo Parlamento.
La incertidumbre es tan alta que se abren infinidad de caminos y combinaciones de coaliciones. Por ejemplo: cualquiera podría gobernar en minoría con una oposición inmensamente poderosa; o buscar apoyos puntuales en los que sí tendrían que entrar los Demócratas Suecos.
En el sistema parlamentario sueco -unicameral- no es necesario tener mayoría absoluta para formar gobierno, sino que sólo se requiere una mayoría simple -tener al menos un voto más a favor que en contra-. Esto significa que si el xenóbobo SD se abstiene en la votación para investir a Kristersson, no se podría formar un ejecutivo conservador, pues la suma de los partidos de izquierda cuenta con un escaño más. Así pues, necesitan su apoyo expreso.
Este posible acuerdo con los Demócratas de Suecia provocaría grietas en la Alianza de centroderecha, ya que los conservadores y democristianos no cierran la puerta a aceptar su apoyo para poder gobernar –o al menos su abstención-, mientras que liberales y centristas rechazan cualquier negociación con el partido de Akesson.
