Puigdemont anuncia su intención de presentarse a la investidura y busca formar un Govern de entre 55 y 59 escaños, con el pretendido apoyo de ERC y la CUP, y con la abstención del PSC. Su determinación de regresar a Cataluña y postularse como presidente de la Generalitat es clara, afirmando que tiene opciones viables y descartando cualquier teatro político. Además, intensifica la presión sobre Pedro Sánchez, rechazando un posible acuerdo entre el PSC y el PP, y planea un ejecutivo «soberanista, de obediencia catalana».
Puigdemont también subraya su influencia en el Congreso, exigiendo a Sánchez que le permita gobernar a pesar de la victoria de Illa. Esta estrategia busca obligar al PSC a tomar decisiones propias y descarta cualquier pacto con los socialistas, mientras advierte sobre la garantía de estabilidad si se respetan los acuerdos.
El escenario de investidura planteado por Puigdemont enfatiza la dificultad para el PSC de lograr apoyo sin contar con el PP o la abstención de Vox, y cuestiona a Illa sobre su compromiso de no aceptar votos de la extrema derecha.
Puigdemont, en su estrategia política, enfatiza la necesidad de un gobierno soberanista catalán y ejerce presión sobre los diversos actores políticos, desde Sánchez hasta ERC. El plazo ajustado para la formación de gobierno agrega tensión a un escenario político ya complejo y lleno de incertidumbre.
Además, la presión se extiende a ERC, instándoles a evitar un tripartito con socialistas y comunes, mientras se inician contactos con ellos. El tiempo apremia, ya que el Parlament debe constituirse antes del 10 de junio, con la sesión de investidura programada en caso de necesidad de apoyo de 68 diputados en primera votación o mayoría simple en segunda votación. De lo contrario, se disolverá automáticamente y se convocarán nuevas elecciones en un plazo ajustado.