La Escuela Nacional de Administración (Ecole Nationale d’Administration), situada en la región de Estrasburgo, está considerada la escuela más prestigiosa de Francia para la formación de políticos aunque de sus aulas también salieron la mayoría de los CEO de las grandes multinacionales privadas. Fundada en 1945 por Charles de Gaulle, la ENA pretendía educar a los mejores para que, inmediatamente después de la II Guerra Mundial, se ocuparan de reconstruir el país que había tenido que sobrevivir a la división de su territorio a causa de la ocupación alemana. Un Estado que andaba falto de líderes con fuerza y credibilidad. Antes de que tan especializada escuela echara a andar era cada ministerio el que establecía un proceso con sus propios estándares de selección, pero se pensó que una institución con mayor independencia era la clave para atraer a personas ajenas al núcleo cerrado del poder político parisino copado siempre por las mismas estirpes. El objetivo, por tanto, pasaba por incluir a personas de otras ciudades y abrir sus puertas a mentes potencialmente brillantes para la política, aunque no pertenecieran a la tradicional burguesía.
Pero si esa fue la intención, la realidad terminó demostrando que la tarea no era tan sencilla. Algunos opinan que, simplemente, jamás se llegó a intentar en serio alcanzar tan loables objetivos. Al contrario, varias investigaciones señalan que, aunque fuera realmente diseñada como ejemplo de meritocracia, la realidad es que los padres de los estudiantes de la ENA son funcionarios públicos o influyentes directores ejecutivos de grandes empresas y que solo un número muy reducido de estudiantes proceden de familias de la clase trabajadora. La mayoría de los estudiantes de la ENA tienen de 25 a 30 años y son graduados de otras universidades de prestigio. Algunos ingresan con posgrados, mientras que otros llegan ya como funcionarios o procedentes de otras profesiones y menos de un tercio son mujeres. Y sí, sigue siendo coto bastante cerrado para los retoños de familias de conocido apellido, de modo que el problema no es solo contar con dinero para pagar los estudios.
Aunque recomendaciones aparte, lo cierto es que para entrar hay que pasar además por un proceso de selección muy exigente, que está dividido en tres partes y evalúan los conocimientos de los estudiantes de forma oral y por escritos. Unos exámenes que se han hecho famosos precisamente por su grado de dificultad y que solo logran superar alrededor del 10% de los cientos de alumnos que se presentan. Especialmente, el último, una especie de criba final que consiste en demostrar no solo cuánto se sabe sino cómo se es capaz de expresarlo. Así que muchos de los aspirantes pasan años preparándose para ello: saben que a final de curso podrán acceder a los puestos públicos de mayor prestigio, como el Consejo de Estado francés, y también dar el salto al sector privado. Sin embargo, a pesar de haber nutrido la vida política de Francia con nombres como François Hollande, Jacques Chirac o el presidente de Orange, la ENA es para muchos una institución que ha perdido todo el sentido y sigue manteniendo alejados a los estudiantes que proceden de entornos “normales”.
Ahora uno de sus ex alumnos, el presidente Emmanuel Macron, puede ser quien decida su futuro. En plena guerra con los “chalecos amarillos”, la ENA está siendo señalada como ejemplo de la sociedad desigual que denuncian los manifestantes y Macron sabe que tiene que empezar a dar muestras de querer negociar con ellos. Por eso, estos días se habla de forma recurrente, incluso fuera de Francia, de la escuela que podría estar a un paso de desaparecer. Según un texto filtrado por los medios franceses, el actual presidente de Francia va a proponer abolir la ENA argumentando que para construir “una sociedad con igualdad de oportunidades y excelencia a nivel nacional” hay que “restablecer las reglas de reclutamiento, carreras y acceso a los escalones más altos de la administración pública”. En definitiva, estaría dispuesto, a suprimir la ENA y “otras instituciones similares”, aunque por el momento la oficina del mandatario ha preferido guardar silencio sobre el texto presuntamente filtrado y que podría corresponder a una parte del discurso que Macron iba a dirigir al país para apaciguar los ánimos de los “chalecos amarillos” y que tuvo que ser suspendido a causa del incendio en la catedral de Notre Drame.