No hay fecha para su adiós del poder, ya que seguirá en su puesto hasta que se forme el nuevo gobierno. Algo que, en su última coalición, ocurrió seis meses después de los comicios. Las elecciones generales de septiembre marcan el adiós a la ‘era Angela Merkel‘, la líder invicta que durante 16 años condujo Alemania por sucesivas crisis y que fue capaz de ganarse la empatía incluso de quienes nunca la votaron ni votarían.
De seguir en el cargo el 17 de diciembre habrá superado el récord de permanencia de Helmut Kohl. Otro hito en una política que rompió varios techos de cristal: como mujer, como ciudadana del este y como protestante en un partido -la Unión Cristianodemócrata (CDU)- de dominio católico.
Sus rasgos característicos son el consenso y la sangre fría. Prepara concienzudamente cualquier encuentro, analiza cada partícula de los problemas que se presentan, se deja asesorar y luego actúa, a menudo con exasperante lentitud.
Todo en ella es atípico. No usa el apellido de soltera -Kasner- ni el de su marido -el catedrático Joachim Sauer– sino el de un ex-esposo, el compañero de estudios con quien se casó en 1977 y del que se separó cinco años después.
Lenta o imparable
Iba para científica, pero cumplidos los 35 años giró hacia la política. Fue en 1990, el año de la reunificación alemana y en el que ingresa en la Unión Cristianodemócrata (CDU).
Ese año logró su primer escaño en el Bundestag (Parlamento), al siguiente se convirtió en ministra de la Mujer de Helmut Kohl. Ocho años después se produce su momento clave: publica su columna en el conservador diario ‘Frankfurter Allgemeine‘ reclamando a la CDU la emancipación de Kohl, hundido en una trama de cuentas secretas que saltó a la luz tras el paso a la oposición.
Se convierte en presidenta de una CDU en horas bajas. Dos años después cede la candidatura a la Cancillería al líder bávaro Edmund Stoiber, presionada por los hombres fuertes del partido que la ven incapaz de derrotar al entonces canciller Gerhard Schröder.
Esa renuncia se convirtió en 2005 en su triunfo: para entonces había arrinconado a sus enemigos internos, nadie iba apartarla de la lucha por la Cancillería.
Merkel ha sido imbatible en las urnas. Acaparó el centro político alemán y desplazó a su partido hacia terrenos de la socialdemocracia, para horror de quienes reclamaban un perfil más conservador.
El ocaso que no fue
A Merkel se le venía pronosticando la «Dämmerung» -ocaso- a cada altibajo en su carrera. En 2018 anunció su retirada por etapas, como líder de la CDU y como canciller, pese a que en rigor nada le impedía optar a su reelección.
La covid la revalorizó ante sus ciudadanos. Resurgió la Merkel científica, capaz de entender la pandemia mientras otros daban bandazos. Alemania no era inmune, pero salió de nuevo mejor parada que otros a una crisis global.
Emanciparse de la ‘Mutti’
A Merkel se la ha apodado la canciller «teflón», porque todo le resbala, o la líder del mundo libre, como la llamó Barack Obama.
Para sus compatriotas ha sido la «Mutti» -mamá-. Una mujer sin hijos propios, que adoptó como tales a los 83 millones de habitantes del país. Su retirada impone la emancipación.