En una serie de ataques coordinados, Irán lanzó este martes misiles balísticos y drones contra objetivos en Siria, Irak y Pakistán, justificando la ofensiva como una venganza por los recientes atentados sufridos en su territorio. La Guardia Revolucionaria iraní lideró la operación, que se dirigió contra presuntas bases israelíes, objetivos vinculados al Estado Islámico (EI) y una base del grupo terrorista suní Yeish al Adl en Pakistán.
La ofensiva comenzó en la madrugada, con 24 misiles balísticos «Kheibar Shekan» (Destructor de castillos) lanzados contra objetivos del Estado Islámico en Siria, el mismo grupo que reivindicó el atentado de Kerman que dejó 94 muertos este mes. Además, se afirmó que el ataque pretendía castigar a supuestos «espías del régimen sionista (Israel)» en territorio de Siria e Irak.
Once de los misiles fueron dirigidos a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, contra lo que Irán alega ser un «centro para desarrollar operaciones de espionaje y planificación de acciones terroristas». Según la versión de la Guardia Revolucionaria, cuatro espías israelíes murieron en este ataque. Sin embargo, el Gobierno de Irak negó estas afirmaciones, argumentando que el ataque afectó a lugares residenciales seguros, provocando víctimas civiles, y anunció su intención de presentar una queja ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Irán dirigió los otros 13 misiles contra objetivos del Estado Islámico en Siria. Irán vinculó estos ataques a represalias por el atentado de Kerman, así como a otras agresiones recientes contra fuerzas iraníes y del Eje de la Resistencia en Siria e Irak.
Ataques en Pakistán
En una escalada posterior, Irán atacó dos bases del grupo Yeish al Adl en Pakistán, cerca de la frontera con Irán. Teherán considera este grupo suní como un opositor al régimen chií iraní y se le acusa de recibir apoyo de Israel. Los bombardeos se produjeron después de una reunión entre el ministro de Exteriores iraní, Hosein Amir Abdolahian, y el primer ministro de Pakistán interino, Anwarul Haq Kakar, en Davos.
La respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar, calificando los ataques iraníes como «imprudentes» e «imprecisos», aunque aseguraron la ausencia de heridos entre el personal estadounidense en Irak y Siria, así como la falta de daños en instalaciones estadounidenses.
Estos ataques se producen en un momento de máxima tensión en Oriente Medio, marcado por la guerra en Gaza y los repetidos ataques de milicias proiraníes en Irak contra posiciones estadounidenses en la región.