Casi dos años después del asalto al Capitolio que estremeció a Estados Unidos, manifestantes afines a Jair Bolsonaro, antecesor de Lula da Silva como presidente de Brasil han querido replicar la vandálica hazaña. Poco antes de las tres de la tarde del domingo 8 de enero, seguidores bolsonaristas irrumpieron en la Explanada de los Ministerios, en el centro de Brasilia, para asaltar los edificios del Congreso, el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema.
Los bolsonaristas llevan dos meses acampando frente a la sede de las Fuerzas Armadas en Brasilia para exigir un golpe de Estado contra Lula. Consideran que han sido víctimas de un fraude electoral, en unas palabras en las que se expresaron los seguidores de Donald Trump en el asalto al Capitolio 2021. No reconocen al actual presidente, quien derrotó a Bolsonaro en las urnas tras una segunda vuelta apretada.
Lula da Silva anunció en rueda de prensa la intervención federal de Brasilia, en manos de un gobernador afín a Bolsonaro. El decreto supone que el Gobierno central toma el control de la seguridad. Lula ha tildado de “fascistas” a los atacantes y ha acusado a Bolsonaro de llamar a la violencia contra la democracia brasileña. Ha prometido, además, que avanzará sobre los “financiadores” de la revuelta.
El Ejército de Brasil tuvo que intervenir para desalojar a los manifestantes afines a Bolsonaro, además de desmantelar los campamentos que los golpistas mantenían desde hace dos meses ante su cuartel general en Brasilia, para pedir una intervención militar y deponer al presidente Lula. Según la última actualización, al menos 1.200 bolsonaristas han sido retenidos y se podrían enfrentar a penas de hasta 12 años de cárcel por intento de Golpe de Estado.
