La socialista latina de 28 años Alexandria Ocasio-Cortez ya sorprendió con su inesperado triunfo en las elecciones primarias demócratas del distrito 14 de Nueva York contra el veterano congresista Joe Crowley, que llevaba veinte años en el cargo. Ahora, según los sondeos, podría convertirse en la mujer más joven que se siente en el Congreso estadounidense tras las votaciones de este martes 6 de noviembre. Y en un país donde la palabra socialismo sigue sonando mal, la joven latina del Partido Demócrata representa la cara más visible del movimiento socialista, que vive un claro auge dentro del mismo partido. Algo así como el equivalente al llamado Tea Party que dentro del Partido Republicano representaban quienes se situaron más a la derecha y que también tuvo su momento de auge con su propia musa, Sara Palin.
De 2015 a 2018, los Demócratas Socialistas (DSA) han multiplicado por 10 su número de afiliados y Alexandria Ocasio-Cortez está claramente al frente de ellos. Insiste en autodefinirse socialista y ha logrado convertirse en el símbolo de las mujeres demócratas que pertenecen a minorías y, en general, de todo aquel que no solo quiere luchar contra el gobierno de Trump, sino que además desea ver una verdadera revolución en la élite del Partido Demócrata.
Defensora del salario mínimo de 15 dólares la hora, de eliminar a la policía migratoria, ampliar la cobertura sanitaria y quitar la matrícula en las universidades públicas, entre sus promesas electorales se incluye también la lucha contra el cambio climático y el establecimiento de medidas para paliar el incremento de la vivienda en Nueva York.
A pesar de su falta de experiencia política, Alexandria no solo ha hecho campaña en su Distrito, que incluye partes de Queens y del Bronx, en su propio enfrentamiento al candidato republicano Anthony Pappas, veterano profesor universitario, otros compañeros del ala izquierda del Partido Demócrata en Kansas, California, Misuri y Michigan han querido tenerla a su lado en los mítines y, por supuesto, fotografías. Es la candidata de moda, la que reúne el mayor número de cualidades que los votantes quieren ver ahora en su político favorito. Y no solo en Estados Unidos.
Es mujer, latina, muy joven –el promedio de edad de los representantes estadounidenses supera los 57 años-, exhibe energía a raudales, mirada inteligente y tiene una especial fotogenia. Ha trabajado sin complejos para llegar donde quería y, sin duda, su propio ascenso ha venido determinado por la frustración de la sociedad con la derecha y la izquierda tradicionales. Ella representa el cambio en muchos sentidos. Nacida en el Bronx de una familia de clase media, su padre era arquitecto y su madre, ama de casa puertorriqueña, sigue viviendo en un modesto apartamento del mismo barrio y sabe lo que significan las dificultades, tener que salir adelante. Porque en 2008 – es decir, en plena crisis de las subprime- , la familia tuvo que superar la pérdida del padre a causa de un cáncer y la ‘correspondiente’ ruina económica que en EEUU supone tener que afrontar los gastos médicos.
Al borde de la quiebra, su madre comenzó a limpiar casas y Alexandria, que ya estaba en la universidad, compaginaba los libros con los cocteles que servía en su trabajo de camarera en un local mexicano. Terminó la carrera de Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston y allí trabajó con el fallecido senador Ted Kennedy antes de convertirse en parte del equipo del candidato presidencial de izquierda Bernie Sanders en las elecciones del 2016. Todavía está pagando su deuda universitaria y cuando ganó las primarias no tenía seguro médico.
Su lema «No se supone que las mujeres como yo disputen cargos electorales», incluido en uno de sus numerosos y cuidados vídeos electorales que cuelga en su página web se hizo viral en pocos minutos y sus cuentas en redes sociales crecen de forma vertiginosa. Asegura que estaba convencida de que nunca tendría el dinero para lanzar una candidatura, ya que, como Sanders, ha rechazado donaciones de empresas y el 67% de sus fondos de campaña –que totalizan casi $1 millón– provienen de contribuciones inferiores a $200, según la ONG Open Secrets.
Sin embargo, para los analistas el gran reto al que se enfrenta Alexandria es la falta de votantes. Sobre todo en un distrito como el suyo, donde a muy poca gente le interesa la política. En su circunscripción viven aproximadamente 700.000 personas, de las cuales menos de 30.000 votaron en las primarias demócratas y de esos casi 30.000 votos, el 56,7% fueron para Ocasio y el resto, 43,3%, para el congresista Joseph Crowley. Los siempre fríos números son el enemigo que Alexandria enfrenta con su campaña de puerta a puerta siete días a la semana. Aunque reconoce que la mayoría de las veces la gente no abre la puerta o se la cierran en las narices a los voluntarios de su campaña. Además, Nueva York es uno de los pocos estados que no permite el ‘voto anticipado’ ni que el votante pueda registrarse el día del voto o registrarse por Internet.