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Los expertos advierten del riesgo de afección en múltiples órganos de la diabetes tipo II

También denominada diabetes del adulto o no insulinodependiente, esta enfermedad se puede prevenir a través de la pérdida de peso, la reducción de la grasa visceral y el aumento de la actividad física

La Doctora Amalia Paniagua Ruiz, especialista del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.

La diabetes tipo II es la forma patológica de la diabetes más común a nivel mundial, especialmente en los países desarrollados, al igual que el sobrepeso y la obesidad. También denominada no insulinodependiente, o diabetes del adulto, es una enfermedad que se desarrolla cuando el nivel de glucosa en sangre es muy alto, puesto que la insulina no tiene capacidad para realizar su función, basada en proporcionar movilidad a la glucosa para llegar hasta las células. Concretamente, los adipocitos, los hepatocitos y las células musculares no responden de manera correcta a dicha insulina (acción conocida como resistencia a la insulina), por la lipotoxicidad de la grasa visceral en personas con sobrepeso.

Como explica la Doctora Amalia Paniagua Ruiz, especialista del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, esta enfermedad vascular afecta al riego sanguíneo de vasos de pequeño y mediano tamaño a nivel de todo el cuerpo; “en consecuencia, cuando no se corrige la glucemia adecuadamente, puede producir principalmente afectación de la retina, el riñón, los nervios, el corazón, cerebro y órganos periféricos como piernas y brazos”.

Manejo de la patología

“Por ello, es una patología que con frecuencia requiere un manejo multidisciplinar, siendo la atención especializada más frecuente la de Oftalmología, Nefrología, Cardiología, Cirugía Vascular, Neurología y Neurofisiología”, apunta la endocrinóloga, responsable del webinar formativo “Diabetes tipo II no insulinodependiente”, recientemente organizado por el centro.

Centrada en el manejo y seguimiento de la patología, que afecta al 15 por ciento de la población, así como en los nuevos fármacos disponibles para tratarla, la cita estuvo dirigida a profesionales sanitarios de los centros de salud de su área de referencia con el objetivo de colaborar con los médicos de familia, responsables mayoritarios del manejo de esta enfermedad, y resolver las posibles dudas acerca de su abordaje.

En cuanto a su prevención, la mejor estrategia para evitar la patología es la pérdida de peso, poniendo énfasis en la reducción de la grasa visceral y en el aumento de la actividad física. “Antes de que las personas desarrollen esta patología, por lo general, tienen prediabetes, que es una condición reversible, cuyo tratamiento permite prevenir la enfermedad a través de una pérdida de peso menor a la que es necesaria una vez se ha establecido diabetes tipo II”, asegura la Doctora Paniagua. Y es que las personas que se encuentran en esta situación tienen un alto riesgo de desarrollar diabetes en los cinco a diez años siguientes.

Nuevos fármacos cruciales para el tratamiento

“En la actualidad contamos con dos herramientas terapéuticas esenciales para tratar la enfermedad, que son los análogos de GLP1 y los fármacos glucosúricos, además de la metformina”, señaló la especialista durante su exposición para continuar su explicación sobre los beneficios que generan en las personas diabéticas. Estos nuevos fármacos mejoran con creces el pronóstico de la patología. Además, “se han probado sus beneficios sobre las complicaciones de la diabetes, y se ha revisado su seguridad, sus amplias indicaciones y el manejo de sus efectos adversos para favorecer la tolerancia y ayudar al cumplimiento terapéutico”, añadió.

Según los últimos datos de la Fundación Jiménez Díaz, el 77 por ciento de los pacientes diabéticos, son casos de tipo II. Por este motivo, el hospital pone a disposición de sus pacientes un equipo de especialistas, principalmente médicos y enfermeras diabetólogos del Servicio de Endocrinología, para prevenir la aparición de las complicaciones, optimizar el tratamiento de los pacientes con lesiones orgánicas establecidas y, en algunos casos, tratar de reducir significativamente el sobrepeso con el objetivo de curar la enfermedad. “Esto último -concluye la Doctora Paniagua– puede conseguirse con medidas conservadoras o intervencionistas como la cirugía metabólica”.

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