Muchos se preguntan aún qué fue lo que desencadenó el ataque que mató al líder militar iraní Qassem Soleimani ordenado por Trump elevando la tensión en una zona tan conflictiva como Oriente Medio. La explicación, más bien simplemente la excusa, tiene nombre propio aunque poco se haya publicado en los medios sobre él y su muerte. Se trata de Nawres Waleed Hamid, que trabajaba como lingüista para una empresa contratada por el ejército de Estados Unidos, Valiant Integrated Services, encargada de proveer servicios auxiliares en una base militar estadounidense situada en Bardarash, Irak, a unas 40 millas de Arbil. El joven falleció el 27 de diciembre en un ataque contra la citada base, que dejó además cuatro heridos, y su muerte se esgrimió como la razón de que el ejército de Estados Unidos atacara, el 2 de enero, la caravana de vehículos en el aeropuerto internacional de Bagdad que terminó con la vida del poderoso líder militar de Irán considerado un héroe en su país.
Sin embargo, ahora ha trascendido que Nawres Waleed Hamid nunca fue la verdadera razón de un ataque que, al parecer, Donald Trump había decidido hacía siete meses. Solo faltaba encontrar la “ocasión” y el ataque contra la base durante el que Hamid murió le brindó la misma. A finales del pasado mes de junio, casi tres meses después de que John Bolton reemplazase al general H.R. McMaster al frente del Consejo de Seguridad Nacional, Irán ya estaba en el punto de mira. Como secretario de Estado adjunto para Control de Armas, Bolton ya había sido clave en su día para instrumentar la invasión de Irak con la excusa de las armas de destrucción masiva y en 2015 intentó convencer a Barack Obama de que «Para detener la bomba en Irán, hay que bombardear Irán», según una columna que escribió en The New York Times. En aquel caso, su tesis no fue tomada en cuenta. Ahora todo indica que sí. De nuevo instalado en el Ala Oeste, el derribo de un dron estadounidense en aguas internacionales trajo la primera oportunidad de defender, junto al secretario de Estado Mike Pompeo, que había que frenar a Irán a bombazos. Aunque, al contrario de lo que muchos puedan pensar, Trump en un principio no estuvo de acuerdo y llegó a declarar que era él quien tenía que atemperar los ánimos bélicos de Bolton. Sin embargo, acabó cediendo. Con una condición: la orden para ejecutar al general de la Guardia Revolucionaria tendría una cláusula de activación, es decir, se actuaría contra el temido general iraní si moría algún estadounidense.
El 27 de diciembre, la muerte del traductor iraquí nacionalizado estadounidense a manos de las milicias de Hezbolá, se activó la orden firmada por Trump aunque Bolton ya no estaba en la Casa Blanca para verlo. Primero, el Pentágono contraatacó con bombardeos en los campamentos de las milicias, dejando 25 muertos y medio centenar de heridos. Como respuesta, miles de personas cercaron la embajada de EE.UU. en Bagdad durante dos días e incluso irrumpieron en el perímetro de seguridad del recinto quemando banderas de barras y estrellas al grito de “muerte a Estados Unidos”. Esa madrugada, el presidente Donald Trump publicó un tuit que decía: “Irán mató a un contratista estadounidense, hiriendo a muchos. Respondimos fuertemente y siempre lo haremos. Ahora Irán está orquestando un ataque en la embajada de EE.UU. en Irak. Serán considerados totalmente responsables”. Hasta el 7 de enero no se supo el nombre del contratista. Lo dio a conocer el Sacramento Bee, un periódico de la capital de California, que reportó que el contratista había sido velado el sábado 4 en esa ciudad. La esposa de Hamid, Noor Alkhalil, médico de profesión relató a ese mismo periódico que fueron los representantes de Valiant quienes le dieron la terrible noticia y que la compañía pagó por el entierro de su esposo en el cementerio musulmán de la localidad. Sin honores.