La COP28 celebrada en Dubái ha marcado un hito con la aprobación de un acuerdo enfocado en la transición para dejar atrás los combustibles fósiles. Este pacto, que promueve una transición «equitativa y ordenada», busca acciones concretas en esta década crítica para alcanzar la meta de cero emisiones netas para el año 2050.
El presidente de la conferencia, Sultan Ahmed Al Jaber, jugó un papel crucial en la mediación entre diferentes intereses, logrando un consenso que incluyó a la Unión Europea y a 130 países. Estos países habían propuesto inicialmente incluir la palabra «eliminación» en referencia a los combustibles fósiles, un término que finalmente recibió sustitución por «transición».
El acuerdo se aprobó rápidamente y sin obstrucciones, lo que fue una sorpresa dada la complejidad de las negociaciones y las críticas previas hacia los Emiratos Árabes Unidos por su posición en la producción de petróleo. La aprobación del acuerdo fue recibida con aplausos, destacando su importancia como el primero en abordar directamente el tema de los combustibles fósiles en estas cumbres.
A pesar del avance significativo, el acuerdo enfrentó críticas por su lenguaje considerado vago y la falta de un cronograma y compromisos específicos. Esto generó diversas interpretaciones sobre el término «transition away» utilizado en el acuerdo. El secretario general de la ONU, António Guterres, subrayó la inevitabilidad de la eliminación de los combustibles fósiles, aunque la palabra «phase out» no se incluyó en el texto final.
Puntos clave del texto
El acuerdo, según la vicepresidenta tercera Teresa Ribera, representa un avance significativo y un compromiso conjunto para intensificar las acciones en esta década. Sin embargo, las delegaciones y ONGs que asistieron a la COP28 expresaron su preocupación por las «lagunas» en el texto que los productores de combustibles fósiles podrían ser explotar.
Un punto clave del acuerdo es la meta de triplicar la capacidad de energías renovables para 2030. Además, se reconoció la necesidad de adaptar la transición a las condiciones específicas de cada país y se hizo un llamado explícito a la eliminación de la producción de carbón sin sistemas de captura de CO2.
El enviado del clima estadounidense, John Kerry, aunque prefería el término «eliminación», reconoció el momento histórico del acuerdo. Por otro lado, la ministra del clima de Brasil, Marina Silva, enfatizó la importancia de implementar los medios necesarios para lograr la justicia climática.
La comunidad científica ha reaccionado con cautela ante este acuerdo. Expertos como Miles Allen y Peter Childs han expresado la necesidad de acciones rápidas y efectivas, especialmente en el desarrollo de energías renovables.
Los grupos ecologistas, como Ecologistas en Acción y Greenpeace, han criticado el acuerdo por su falta de compromiso firme y por no abordar con suficiente urgencia la crisis climática.