Los irlandeses han decidido por una amplia mayoría eliminar de su Constitución el delito de blasfemia. En un referéndum celebrado en todo el país, un 64,85% de los votantes han respaldado la decisión, frente a un 35% que se ha opuesto.
Aunque hacía ya décadas que la ley no se aplicaba -de hecho, solo un 44% del censo ha decidido participar en la votación-, la eliminación de una disposición claramente obsoleta ha sido respaldada mayoritariamente en los 40 distritos electorales del país.
«Irlanda defiende con orgullo su reputación de sociedad moderna y liberal. El mundo ha podido observar en años recientes cómo nuestro pueblo ha adoptado decisiones históricas para cambiar nuestra Constitución en asuntos profundamente personales, como cuando votamos a favor del matrimonio homosexual o para acabar con la Enmienda Octava [la prohibición del aborto]», ha celebrado el ministro de Justicia, Charlie Flanagan.
La Iglesia también pedía la despenalización
La Constitución irlandesa recogía en su artículo 40.6.1 la prohibición de toda declaración o acción «abusiva o injuriosa en relación con los elementos sagrados de una religión» que pudiera causar «la indignación de los fieles». La ley penal incorporaba también la blasfemia dentro del delito de difamación, pero en la práctica establecía condiciones muy estrictas para su aplicación. Debía demostrarse que hubiera afectado a un número amplio de creyentes y que no fuera el resultado de una expresión literaria o artística.
El resultado final, además, era una multa de 25.000 euros. Es decir, se preservaba un delito cuya definición hacía casi imposible su comisión. De hecho, la última vez que en Irlanda se había acusado a alguien de blasfemia fue en 1855, antes de que el país se independizara. Era un cura de origen ucraniano que afirmó haber quemado una biblia por error y que fue finalmente absuelto.
Todos los partidos políticos irlandeses, grupos sociales de diversa índole y las iglesias protestante y católica habían pedido el ‘sí’ a la despenalización de la blasfemia. Los dirigente religiosos sostenían que ese es un concepto «totalmente obsoleto», mientras que para el Ejecutivo de Dublín su derogación representa un «paso importante» en el camino emprendido por Irlanda para mejorar su «reputación internacional», al tiempo que «da ejemplo» a los países donde la blasfemia conlleva «la pena de muerte».