Mangal acababa de salir de su casa en el distrito de Kart-e Now y estaba en la calle aguardando a que llegara el coche que le iba a llevar como cada día al trabajo, cuando dos hombres a bordo de una motocicleta pasaron frente a ella. La estaban esperando. Un primer tiro al aire sirvió para que quienes estaban en las inmediaciones, en el céntrico mercado de Karte Naw, se echaran al suelo; las siguientes dos balas iban destinadas a la ex periodista, que cayó ya sin vida sobre la calzada cubierta de sangre. Eran las siete y veinte de la mañana del pasado sábado, poco después el Ministerio del Interior confirmaba los hechos en un comunicado y su portavoz, Nasrat Rahimi, se apresuraba a declarar que la policía ya lo estaba investigando. Afirmó, asimismo, que se desconoce la autoría y los motivos del ataque. El portavoz de la policía de la capital, Ferdous Farahmarz, hacía referencia sin embargo a un móvil que tendría su origen en una disputa familiar.
No lo cree así Wazhma Frogh, destacada activista por los derechos de las mujeres, quien, a su vez, ha afirmado que Mangal había escrito recientemente en las redes sociales que sentía que su vida corría peligro. Lo cierto es que Mangal, que se había hecho muy conocida como presentadora de informativos en canales locales, trabajaba en la actualidad de asesora cultural para la Wolesi Yirga, la cámara baja del Parlamento afgano, desde donde intentaba cambiar las cosas para las mujeres y las niñas de su país, a las que quería ver escolarizadas como vía para enfrentar un futuro mejor. Por eso, también llevaba tiempo denunciando casos de matrimonios forzados en su país, una costumbre ancestral que volvió a ser frecuente durante el dominio talibán y que aún no se ha logrado erradicar por completo. En definitiva, Mangal había centrado su trabajo en la defensa de los derechos de las mujeres.
Afganistán es uno de los países donde en peor situación se encuentran los índices globales de igualdad de género: crímenes de honor y violencia machista, especialmente, en las zonas rurales, castigan a las mujeres. Y esta compleja situación que viven las afganas puede empeorar aún más si Estados Unidos alcanza un acuerdo de paz con los talibanes y que estos vuelven a ganar poder. Lo cierto es que el brutal asesinato de Mangal es una prueba más de la amenaza y la violencia contra las mujeres en el país y, por ello, ha sido condenado por muchos afganos, que comparten una imagen de la periodista en las redes sociales exigiendo que sus asesinos sean castigados. También la delegación de la Unión Europea en Afganistán ha expresado a través de su cuenta de Twitter su “conmoción, tristeza y consternación ante la muerte de Mangal”.
Por otra parte, además de mujer, Mangal era periodista en uno de los países donde más peligro corren estos profesionales. El año 2018 fue especialmente mortal para ellos: fallecieron 20 periodistas y trabajadores de medios de comunicación y otros 20 resultaron heridos en incidentes relacionados con el ejercicio de su profesión. En un mismo día, el 30 de abril de 2018, murieron diez, nueve de ellos en un ataque suicida en Kabul. En la macabra y desoladora lista de países más peligrosos del mundo para dedicarse a informar, Afganistán ocupa el puesto 121 de los 180 países en el índice de libertad de prensa de 2019 de la organización Reporteros Sin Fronteras.