Las protestas de los llamados chalecos amarillos cumplen ya cuatro semanas. Sólo este sábado, más de 1.700 personas han sido detenidas en los enfrentamientos del centro de París.
Y no parece que las protestas vayan a terminar. Lo que lo convierte en la gran primera crisis del presidente francés, Emmanuel Macron. En su origen, era una demanda contra la subida del precio de los carburantes. Pero ya se ha extendido a otras reclamaciones contra las políticas y estilo de Macron.
Aunque los disturbios más graves se han producido en París, es en zonas rurales, con escasa posibilidad de moverse salvo en coche, donde se han recrudecido. De ahí que haya tantos grupos de chalecos amarillos. Y aunque todos tienen el mismo color, atienden a diferentes sensibilidades.
De los “libres” a los de suburbios
Los chalecos amarillos se han convertido en una franquicia. Se venden ya chalecos del mismo color pero con distinto objetivo.
“Libres”: Son los más moderados, el grupo que denuncia la radicalización. De hecho, no han llegado a participar en las manifestaciones de este fin de semana en París.
De provincias: protestan entre los amigos y la familia, con calma y paciencia. Cortan también carreteras y autopistas aunque son tranquilos.
Jóvenes: son los que más hartos están de que las protestas no conlleven respuesta ni solución por parte del Gobierno.
Clases medias: son los que más temen la precariedad. Por eso han comenzado a alejarse del movimiento, pese a que estuvieron muy presentes en las primeras manifestaciones de los Campos Elíseos.
Ultra derecha violenta: piden una “revolución nacional” y destacan por su “profesionalidad” e indumentaria a la hora de protestar.
Extrema izquierda: quieren la “extensión de la lucha” y pertenecen a las clases trabajadoras.
Suburbios: son los recién llegados a las protestas y los más temidos por las clases medias y altas. Muchos han aprovechado el río revuelto para incendiar coches o prender fuego a los escaparates. Son los más violentos.