En el contexto actual Belén Fontán, Nutricionista del complejo hospitalario Ruber Juan Bravo nos plantea una serie de preguntas para que nos planteemos en qué medida tanto el confinamiento como la pandemia han alterado nuestros hábitos alimenticios.
Si algo nos está dejando claro la época en la que vivimos es que nuestro estado de ánimo y el control de las emociones son fundamentales para enfrentarse a adversidades.
Nuestras emociones tienen un efecto poderoso sobre nuestra cultura alimenticia: tanto en la elección de alimentos como en los hábitos y en nuestro comportamiento.
Por ello, y como se está viendo en consulta tras el confinamiento vivido en marzo 2020, cuando nuestras emociones están a prueba la repercusión en la comida suele ser inmediata. Esto es lo que se llama un comedor emocional.
Quizás no lo éramos, o quizás sí pero no lo sabíamos porque no nos habían puesto entre la espada y la pared. Lo que hay que destacar es que la época que nos está tocando vivir, ha desencadenado una pérdida del control sobre la alimentación en muchos pacientes.
Una vez en consulta, Belén Fontán realiza las siguientes preguntas:
- ¿Qué tal la alimentación y el confinamiento?
- ¿Qué cambios has hecho?
- ¿Has aumentado el número de comidas?
- ¿Has cambiado el tipo de comidas?
Las respuestas de los pacientes muestran lo vulnerables que somos ante una situación no rutinaria. Una gran parte han visto en la comida un refugio y un consuelo. En definitiva, han cambiado su actitud alimentaria.
El concepto de actitud alimentaria tiene distintos matices en función de la persona, pero de manera general, engloba factores como: la relación hacia el alimento, preocupación en ganancia de peso, comportamientos compensatorios y restrictivos, sentimientos en relación a la alimentación y el propio concepto de alimentación normal.
El aumento de peso y la pérdida de hábitos alimenticios saludables, así como el abandono del ejercicio físico son algunas de las problemáticas a las que nos enfrentamos.
Para muchos pacientes, diabéticos, hipertensos, obesos, con nefropatías etc., esto supone también una pérdida de su calidad de vida y un progreso de su enfermedad.
“Es muy importante retomar cuanto antes nuestros hábitos alimenticios y recuperar o crear una actitud alimentaria adecuada que deje de lado las malas costumbres adquiridas, y para ello es imprescindible conocer la relación entre la ingesta de alimentos y las emociones, esto nos permite personalizar la estrategia dietética en los pacientes”, señala Fontán.
Respondiendo al siguiente cuestionario, los pacientes podrán detectar si son comedores emocionales y les ayudará a reflexionar acerca de si la pandemia está afectando o ha afectado a su forma de alimentarse: