El Papa Francisco se muestra dolido, avergonzado, arrepentido y sorprendido por la avalancha de abusos sexuales a menores perpetrados por eclesiásticos de todo el escalafón religioso. El Pontífice expresaba su vergüenza y arrepentimiento por lo sucedido. «Nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado», dice en su carta. Sin embargo, no termina de exigir la ‘tolerancia cero’, lo que ha provocado cierto malestar.
«Hemos descuidado y abandonado a los pequeños», añade el Papa Francisco. También ha resaltado la importancia de «generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse».
Pese a ello, no es capaz de instalar la ‘tolerancia cero’ en su testimonio. Apela, de hecho, a la «comunidad cristiana» al completo, como si quisiera repartir responsabilidades. A pesar de que la comunidad eclesial es también la víctima.
El Papa reparte la culpa, la difumina entre todos y no señala a los verdaderos culpables. Aunque, una de las expresiones que más polémica ha creado ha sido la de asegurar que no supo «reconocer a tiempo la gravedad del daño que se causaba». Y eso que las pruebas de esos abusos sexuales llevaban tiempo en su despacho.
Tal es la polémica y su imagen de cara a la comunidad cristiana, que muchos piden ya su dimisión. Aunque llegó para limpiar los casos de abusos sexuales que llevaba su antecesor en la espalda, ahora a él también le salpican. Sobre todo, por no ser capaz de reconocer su propia culpa. Y por poner a las víctimas en entredicho.
La carta
En su carta, el Papa Francisco califica de «crimen» lo sucedido. Hechos que generan «hondas heridas de dolor e impotencia».
La misiva se publica después del informe que acredita hasta 300 casos de abusos sexuales de una red de «sacerdotes depredadores sexuales» en seis de las ocho diócesis de Pensilvania, en EEUU.