Inaugurado el Mundial de Rusia 2018, cada país empieza a vivirlo desde su emoción por llevarse el trofeo pero también con su propia manera de sentir el “rey” de los deportes. Por una vez, todos los miembros de un país van con el mismo equipo –extravagancias personales aparte– y en España, según datos de la consultora especializada en reducción de estrés a través del mindfulness Mente y Vida, durante los días que dure la competición aumentamos la actividad social e incluso reforzamos las relaciones con nuestro entorno más cercano. Cada cuatro años, lo cierto es que viene bien aparcar rivalidades para disfrutar del fútbol.
Por lo general, matices de carácter nacional aparte, esta unión festiva provocada por el Mundial podría aplicarse a la mayoría de países participantes y, por ello, las excepciones deberían encontrar en este acontecimiento deportivo su hueco para ser reivindicadas. Sobre todo, si hablamos de algo tan inaudito por estos lares como la prohibición a las mujeres de entrar en recintos deportivos, como campos de fútbol. En Irán, que debuta esta tarde contra Marruecos, la Revolución Islámica de 1979 trajo consigo la prohibición explícita a mujeres y niñas de ingresar en recintos deportivos en Irán.
En la otra cara de la moneda, ha sido precisamente la selección iraní la que ha provocado más comentarios de mujeres de otros países en las redes sociales. La imagen de los integrantes del combinado persa vestidos con trajes azules de impecable factura ha sido la más compartida en Twitter, llegándose a comparar al equipo formado por jugadores de la liga doméstica de Irán, así como de la máxima categoría rusa y la Premier inglesa, con modelos profesionales. Flaco favor, en todo caso, a las otras mujeres, las iraníes, que están librando una batalla bien distinta. Por fortuna, también ha habido quien miró más allá de los guapos futbolistas y utilizó la fotografía para protestar: “Mientras las mujeres enloquecen con la selección de Irán, recordemos que en ese país las chicas todavía no tienen permitido el acceso a los estadios”.
Las iraníes, en realidad, tampoco podrán ver a su equipo – el “Team Melli” – en retransmisiones públicas aunque ello no suponga, en sentido estricto, entrar en un campo. Y las iraníes que se han desplazado a Rusia para hacer una llamada de atención al mundo sobre su situación, saben que tendrán difícil hacer algo más que, por fin, ver un partido sin tener que disfrazarse de hombre, como cinco compatriotas suyas hicieron a finales del pasado mes de abril. Su fotografía durante uno de los últimos partidos de la liga estatal en el Estadio Asazi recorrió las redes sociales: cinco “valientes” maquilladas con barba y pelucas falsas, que tuvo más de 3.500 comentarios en un día.
Un mes antes, otras 35 “activistas” del movimiento llamado Open Stadiums – simplemente mujeres que se atreven a desafiar prohibiciones que van más allá de lo absurdo para coartar la libertad -, fueron detenidas a las puertas del mismo estadio de la capital, donde se disputaba el derbi de Teherán entre el Esteghlal y el Persépolis. Allí estaba el presidente de la FIFA, Gianni Infantino y el ministro iraní del Deporte, Masoud Soltanifar. Nadie protestó. Y un portavoz de la policía quiso quitar gravedad al asunto, asegurando que las mujeres habían sido retenidas temporalmente y que serían liberadas después del partido.
Esta tarde, las iraníes desplazadas a Rusia podrán ver en libertad y dentro de un estadio de futbol – en televisión no se pierden uno – a su selección, cuya brillante fase de clasificación la ha colocado en el puesto número uno del ranking asiático de FIFA, enfrentarse a la de Marruecos, en lo que supone el regreso de esta última a un Mundial después de 20 años de ausencia. Y las marroquíes comparten con las iraníes un número increíble y doloroso de prohibiciones, de cosas normales que no les está permitido hacer por el solo hecho de ser mujeres. Porque en el mundo árabe queda mucho camino por recorrer en el tema de la igualdad, aunque ahora toque hablar de un mundial de futbol, gran lugar, por otra parte, para reivindicaciones más que justas. También en Arabia Saudí, la selección que masacró ayer el país anfitrión en el partido inaugural, las mujeres tienen prohibido entrar en los estadios y en otros países árabes, en principio más progresistas, como Egipto, Marruecos y Túnez su presencia en los campos de futbol es todavía marginal y está condicionada por la apropiación masculina del espacio.
La expectación que el combinado persa ha levantado en su país explica que algunas iraníes lleven meses preparando este viaje a Rusia para ver “en persona” a la llamada legión extranjera, los futbolistas que juegan fuera de Irán, especialmente el tridente en la delantera formado por Alireza Jahanbakhsh, Karim Ansarifard y Sardar Azmoun. Y en definitiva, al equipo que tantas esperanzas está cosechando desde que Carlos Queiroz, ex del Manchester United y Real Madrid, llegó a la república islámica en 2011 para llevar a la escuadra nacional a su segundo mundial consecutivo, algo que no había ocurrido nunca. Aunque sigue siendo muy triste que el fútbol iraní traspase más fronteras por la prohibición que pesa sobre las mujeres de asistir al campo que por sus logros deportivos.