El rector-arcipreste de Notre Dame, Patrick Chauvet, ha confirmado que los 2 tesoros más importantes que guardaba la catedral han sido salvados del incendio. Se trata de la Corona de Espinas de Jesús y la Túnica de San Luis.
Aunque la catedral de Notre Dame alberga muchas joyas arquitectónicas y decorativas, estos dos elementos son los más importantes. Y ambos han logrado escapar de las llamas gracias a la rápida actuación de los equipos de bomberos.
La reliquia de la Corona de Espinas corresponde a la corona que los soldados romanos colocaron a Jesucristo en la cabeza durante su crucifixión a modo de burla. Después de que Jesús se hubiera proclamado rey de los judíos.
Un tesoro de incalculable valor para los católicos. Tras pasar por varias manos, fue adquirida por la monarquía francesa. Luis IX de Francia construyó en el siglo XII la Sainte Chapelle como lugar de veneración a la reliquia. Durante la Revolución Francesa pasó a la Biblioteca Nacional de Francia. Y, desde 1801, tras la decisión del Concordato de la Iglesia católica, se determinó que se guardara en la catedral de Notre Dame. La Corona podía verse públicamente los primeros viernes de mes y el Viernes Santo.
El otro objeto salvado del incendio es la Túnica de San Luis. Se trata de un jubón que perteneció al Rey Luis IX, último monarca europeo que se embarcó en una cruzada para recuperar Jerusalén.
Otras joyas de Notre Dame
Además de estos dos tesoros, Notre Dame albergaba otras joyas de las que nada se sabe por el momento.
Entre ellas, un trozo de la cruz y algunos de los clavos de la crucifixión de Cristo. También los rosetones. Concretamente, tres enormes vitrales con forma de rosa en las fachadas norte, sur y occidental. Contienen piezas que datan de los siglos XII y XIII, con paneles originales.
El órgano de Notre Dame tiene cinco teclados y unos 8.000 tubos. Es el más grande que existe en Francia y su construcción data del sivlo XVIII.
El techado de madera era de los más antiguos de Europa. Cada una de sus vigas fue hecha con un árbol distinto, por lo que se estima que para su construcción fueron necesarios unos 1.300 robles. Parte de este ‘bosque’ se ha destruido completamente.
Por último, las famosas gárgolas, talladas en el siglo XIX y cuyo objetivo principal es conducir el agua de la lluvia lejos del edificio. Fueron añadidas durante la restauración realizada entre 1843 y 1864.