El archiconocido capo gallego José Ramón Prado Bugallo, alias Sito Miñanco, era detenido este lunes en un gran operativo que a muchos nos ha hecho recordar aquel de 1990, el que fue bautizado como Operación Nécora y marcó un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico.
De la “Nécora”, Miñanco logró escapar en un primer momento. Se dijo entonces que gracias a un oportuno chivatazo antes de que sobrevolaran la ría de Arousa los helicópteros de la policía que efectuarían la redada que iba a terminar, por fin, con la escandalosa impunidad de la que parecían gozar los grandes capos señalados por madres gallegas convertidas en particular flagelo de los narcotraficantes. Para otros, sin embargo, a Sito Miñanco le habían dejado “escapar”: querían pillarle in fraganti. Lo cierto es que, cuando meses más tarde la policía le detuvo en un chalet de Pozuelo de Alarcón, el traficante estaba en plena faena, dirigiendo el desembarco de dos toneladas y media de cocaína en la costa gallega.
Condenado a 20 años de cárcel, Miñanco volvió a pisar la calle después de tan solo siete. Y se repitió la historia. Otro chalet en los alrededores de Madrid, en Villaviciosa de Odón, en el que irrumpía la policía para detenerle mientras estaba dirigiendo una gran operación. Esta vez para mover cinco toneladas del maligno polvo blanco desde el mercante Agios Konstantinos al pesquero encargado de llevar a la costa la mercancía. Vuelta a prisión, le cayeron 16 años.
Cuando ayer a primera hora de la mañana le detuvo una vez más la policía, lo único que cambiaba era que se encontraba durmiendo y el escenario no era Madrid, sino Algeciras. El régimen abierto en el que cumplía los últimos años de su condena solo le obligaba a seguir pernoctando entre rejas de lunes a viernes, así que este lunes por la mañana estaba en casa dispuesto a cumplir una vez más con su destino, interpretar un nuevo episodio de la vida que eligió cuando empezó, en los años 80, a trapichear con hachís y cocaína hasta llegar a convertirse en uno de los jefes de la droga, socio del cártel de Cali, con funcionarios y políticos en nómina.
En España y en América. Un capo internacional al estilo de Pablo Escobar en una época en la que aún se rodeaba de cierta leyenda a personajes como ellos, populistas que pagaban las fiestas de su pueblo, patrocinaban el equipo de fútbol local y vivían instalados en el lujo hortera de grandiosas mansiones. Protegidos por ejércitos de guardaespaldas, jactándose de haber llegado a lo más alto partiendo de cero. Como si su negocio fuera simplemente uno más, que no lo es y, por lo visto, en el caso de Miñanco nunca lo será.
La redada a gran escala que este lunes realizó la Policía en una operación (bien) bautizada con el nombre de “Mito” y dirigida por la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela se ha saldado, de momento, con 47 registros en empresas y domicilios, y el arresto de al menos 30 personas, entre ellas su hija. Un operativo que se desplegó en Andalucía, Galicia y Madrid con la participación de agentes de la UDYCO y los Grupos de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO) de la Costa del Sol y de Galicia.
En Algeciras caía Miñanco y parte de su clan, mientras que su hija lo hacía en Cambados (Pontevedra), donde regenta una inmobiliaria. En Galicia también fueron arrestados los principales “lugartenientes” de Sito Miñanco, entre ellos Ramiro Somoza, Enrique Arango y David Pérez Lago, éste último hijastro de otro “mítico” narcotraficante gallego, Laureano Oubiña. Si Miñanco ha elegido siempre el riesgo cuando sale de prisión, ahora, a sus 62 años, es difícil pensar que vaya a cambiar de actividad. A pesar de que su balance de años en libertad empiece, al menos a ojos de los demás, a resultar deficitario y haya comprobado que la policía nunca deja de observarlo.
Desde que en 2016 Miñanco convenció al juez para cumplir el resto de su condena en régimen abierto, la Brigada de Estupefacientes de la Policía Nacional tuvo claro que tocaba, otra vez, no perderle de vista. Miñanco no les “defraudó”. Dirigía de nuevo la entrada de droga en Galicia y el correspondiente blanqueo de las ganancias. Siempre al frente de todo, controlando, dicen que no le gusta delegar aunque eso le sitúe en el centro de la diana. Volverá a salir. La policía tendrá que detenerle de nuevo. Hasta la próxima. Está claro que Miñanco no hace las cuentas igual que el resto, su personal balance no le resulta deficitario, reinsertarse no le compensa.